Qué bonica la teoría, tan estructuradita ella; con sus puntos, sus comas, sus párrafos separados por espacios, su esmerada caligrafía.
Qué elocuentes los consejos cargados de buenas intenciones y palmaditas en la espalda (¡sí se puede!).
¡Da gusto!
Qué puñalada trapera la práctica… ¡Ay la práctica! Plagada de tachones, incoherencias gramaticales y desaguisados semánticos. Nada de releer ante la duda, te llevas el bofetón antes de que reacciones.
Sin tiempo para consultar el manual o preguntar al sabio consejero, te ves a solas con esas monísimas vocecitas enfrentadas sobre cada uno de tus hombros.
Aun así, mejor practicar con una buena base teórica. Al fin y al cabo la improvisación se alimenta de todo lo que encuentra dentro de nosotros.