Eres diciembre

Eres diciembre

¿Será diciembre cuando vuelvas?

Eres diciembre,
eres otoño de perenne desnudez.
Eres la hoja desprendida
de la piel sin primavera.

Eres diciembre triste
blanco y escarcha.
¡¿A qué vuelves en diciembre?!
… si solo sabes vestir
de ausencia los jardines.

Eres diciembre famélico
yermo sin ti.
¿Eres mi cuento sin hadas?
…¡sin título
ni bosque encantado!

Eres diciembre marchito
sombrío de nubes sin agua.
¿Eres diciembre que vuelve
sin buenas noticias?
…¡sin nuevas que darme!

Maldigo diciembre si tú vuelves.
¡Maldito tu regreso
si regresas en diciembre!

¿Serás diciembre?
¿Será diciembre cuando vuelvas?

Enamorada

La poesía necesita estar enamorada

para ser poesía…

Enamorada

de la vida, del oxígeno, del canto de los pájaros.

Del amante, de la amiga,

de la calma, del silencio, de la música,

de las miradas, de la risa,

del sol cuando nace y cuando muere.

Del hijo, del deseo, de la nostalgia,

de la rabia, del coraje, del hambre por hacer justicia.

La poesía necesita estar enamorada porque

la poesía es pasión,

es el hervir del sentimiento,

la sublimación de los sentidos.

La poesía necesita estar enamorada,

encontrar el erostimo en lo prosaico.

La poesía necesita estar enamorada para ser poesía,

sin importar si es o no correspondida, porque

la poesía se alimenta,

no de realidades,

sino de sueños, de incendios

y de fantasmas.

¡Qué contentos los pájaros!

¡Qué contentos están los pájaros!

Gris y espesa la mañana,

la brisa fina y delicada.

El cielo, confinado en sus alturas,

juega a ser el mar bravío.

La luna, perpleja ante la extraña calma,

asoma medio cuerpo

por la ventana del alba.

Yo insignificante ni siquiera estoy aquí.

¡Pero qué contentos están los pájaros!

A solas con la noche

Todo por crear.

Caer en la vigilia de los vivos

y en la desierta mañana aún no nacida

solo estamos solas cara a cara

la luna emborronada entre las nubes

difuminando mi lucha

y un estallar de plumas salvajes

frías y ligeras esparcidas

que dibujan en mi pecho alas

de besos derretidos

al sol de mi entusiasmo.

Todo por surgir.

Y la enredada vigilia de los vivos

calza mis pies que se deslizan

desnudos y silentes sobre el incierto

mutismo enloquecido de la noche.

.

Al hijo desaparecido

Tu ausencia ya no te soporta,

las palabras no consuelan.

La música, cuchillas afiladas

en el desierto de mis venas.

Mis ojos son diluvio de cielo enfurecido.

La saña de este dolor

bebe la sangre que mi pulso pierde a raudales;

salta sobre la tumba, aún palpitante,

de un corazón que agoniza.

¡Arráncame de mí o vuelve!

¡Infamia! ¡Tormento desquiciado

que inhala mi aliento y abduce todo sentido!

Grito, alarido infernal que abrasa mi garganta

y enmudece al toparse

con el silencio vacío que has dejado.

Sola, muy sola sin ti.

Pozo sin final, intrincado laberinto

de sombras que se burlan.

Las palabras no consuelan ni saben decir.

¡Arráncame de mí o vuelve!

Regresarás

Regresarás

cuando todo vuelva a ser vacío.

Te harás hueco de nuevo

y buscarás tu fuente en mi verbena.

Hastiado de reojos,

querrás hundirte una vez más

en mi mirada.

Te harás pasos que redundan

para buscar los pies desnudos.

Querrás hacerme camino

que se estrena…

…Y para entonces

los relojes se habrán cansado

de retener el tiempo,

de ser el dique de tus caprichos.

Se harán cascada las agujas

de los tiempos,

cayendo sobre ti para aplastarte.

Inundará tus súplicas

mi balsa de dos remos,

que no querrá parar a socorrerte,

que irá corriente abajo

sin sonrisa.

Te haré apretar los dientes y los puños,

por no haber apretado mi cintura.

Caeré arrepentida en tu pecado

por no saber pecar como merezco.

Se hará pesada losa insoportable

la calma que hoy desplaza nuestros planes.

Tendrás días de cemento y añoranza,

se hará gris el verdor de mis pulmones.

Y yo respiraré con asistencia,

como siempre,

de sueños y esperanzas,

que no sabrás tejer tú sin mis dedos.

Y déjame avisarte,

ya no estaré cuando regreses.

Y déjate avisar sin más rodeos…

Regresarás.

Canción de despedida

Brindo con café por lo breves que fuimos,

por el poso que dejaste en mi memoria,

por aquel vuelo interminable en el que

nuestras canciones y tú erais mi único

equipaje…

Por el adiós que nunca nos dijimos.

Una tarde de café
le robó el sueño a tu noche,
cargada de ausencias.

Canciones como fantasmas,
acordes en pena vagando sobre tus cuerdas.
Rimas errantes buscando descanso eterno.

Cama con espinas,

luna de tequila y musas con resaca.

Diste a luz aquella noche

el principio del final,

ataste tu nudo a mi garganta.

Fuimos solo un relato inacabado,

risas de cafeína en tazas rotas.
Mi voz servida en tu guitarra,

un rato que acaba pronto

y no muere nunca.

Tu canción de despedida escrita
en mis ganas de quedarme

un abrazo con puntos suspensivos.

La elocuencia del silencio

Quiero hacerme silencio,

la caricia de la brisa esquiva.

Sutil fragancia

de jazmines y azahares

quiero ser.

Melodía en sordina

de una nana a medianoche.

El sonido del rocío

al caer sobre la hierba;

arpegio que arrancan

los dedos del viento

a una tela de araña.

Quiero hacerme verdad

que no se predica;

eterna huella sobre  barro

de tiempo inmortal

que grita en voz desnuda

la elocuencia del silencio.

Cubierta de espinas

Lo siento, no quepo en tu silueta,

estoy cubierta de espinas.

¡No, no lo siento en absoluto!

No quepo en tu silueta ni en ninguna otra.

Ni siquiera me siento cómoda

cuando mi sombra me toma las medidas.

No quiero ganarme la vida como arcilla o como agua.

Estoy cubierta de espinas.

No pido respeto, ¡lo exijo!

Para mí y para todos…

¡No, para todos no!

Hay monstruos con piel de cordero.

¡Hipócritas! ¡Blasfemias vivientes!

Tengo sitio para el amor,

tengo sitio para el rencor,

tengo sitio para el odio.

Estoy cubierta de espinas.

¡No, no quepo en tu silueta!…

Está cubierta de espinas.

Entropía

Ante ti la hija del Caos, que no supo organizar sus huesos.
Zozobra dispersa del mundo delirante,
imagen pegada a hilvanes, grapada a pedazos.
Ni mente ni cuerpo, sino todo en movimiento.
Átomos inconexos con sentido…
sentir la órbita del desorden en torno a las preguntas
a millones de años luz de la Nada.

Ante ti la hija del Todo, que no supo retener los tiempos.
Nostalgia amontonada del mundo inexistente,
deseo versus indiferencia arrastrándose desde el núcleo.
Ni tiempo ni espacio, solo ilusionismo acordado.
El sentido que da creerse centro…
sentir la protección de la última superficie
a trece mil ochocientos millones de años luz…
de la nada.

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